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CONATO DE EXTORSIÓN
¿ O PRETENDIDO SECUESTRO ?

CARLOS RODRÍGUEZ FONSECA


Me platicó un joven jalapeño a quién sus amigos le llaman CAM, que el sábado pasado, estando con un amigo suyo, por cierto hijo de connotado periodista veracruzano, estuvieron a punto de ser víctimas de unos pillos que tal vez querían timarlos o bien intentaban un pretendido secuestro.

La historia es más o menos así:

Invitados estos dos jóvenes a una pachanga en casa de una amiga de ambos, y para no llegar “desarmados” a la fiesta, fueron en el coche de Cam a una tienda de autoservicio en Plaza Ánimas para comprar bien fuera un “six-pack” u otra cosa, pero que, al estar parados frente a la sección de vinos, pasó corriendo y desapareció de inmediato de sus ojos, un individuo al que se le cayó (o tiró a propósito), una bolsita de papel.

Los muchachos recogieron la bolsa y vieron que en la misma había una cadena aparentemente de oro, con un avalúo de más de 6 mil pesos. En eso estaban cuando de repente se acercaron a ellos un “chavo” de no muy buena facha y un señor más o menos de las mismas características, quienes les dijeron que habían visto cuando recogieron la bolsa, pero les propusieron que en vez de devolverla o entregarla en el servicio a clientes, mejor se la quedaran y que les darían a ellos la mitad de lo que decía el avalúo de la prenda, pero que como no tenían dinero en ese momento, irían a conseguirlo y mientras los muchachos conservaran la bolsa y la cadena, pero que les dieran en garantía sus respectivos celulares.

Intuyendo que podría tratarse de una trampa y que con sus propios celulares pudieran llamar y extorsionar a sus respectivas familias, Cam les propuso que mejor ellos se llevaran la cadena pero que les dejaran en garantía sus credenciales de elector o alguna otra identificación.

Al sentirse descubiertos en sus intenciones, los dos sujetos se alejaron rápidamente con todo y la famosa bolsita y cadena, dejando a los muchachos un tanto temerosos de que afuera de la tienda pudieran hacerles daño, por lo cual permanecieron dentro un rato, compraron finalmente lo que llevarían a la fiesta y se fueron a divertir y olvidar el episodio.

La historia me gustó para comentarla más que nada como una advertencia a los muchachos jalapeños para que se cuiden de esa clase de pelafustanes.

carrofonseca@hotmail.com


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