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VIVIR FUERA DEL PRESUPUESTO…
(Primera parte)

Por Carlos Rodríguez Fonseca



Hace unos días leí un comentario que formulaba un disque distinguido priísta jarocho, quejándose de que el actual gobernador en vez de llamar a colaborar con el a los militantes de su partido, ha optado por nombrar en puestos clave a varios de sus paisanos sin importarle que hayan sido miembros de la oposición

También me enteré que para la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos se han registrado más de 16 personajes tanto académicos como políticos( a lo mejor yo también me sumo), varios de los cuales no tienen ni la menor idea de cuales son las actividades reales de dicha dependencia( yo si, que conste); ah, pero las ansias de servir —o servirse— a la administración pública se han propagado por todas esas personas, lo cual me hace recordar la frase atribuida a César Garizurieta, de “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. . Supongo que ambas situaciones son cosa de la crisis económica o del desempleo galopante que vivimos en el estado de Veracruz.

Pues bien, ya que evoqué la frase, y para quienes no lo sepan, haré una ligera remembranza de ese ilustre veracruzano nacido en Tuxpan y a quién en sus primeros años como abogado le apodaron “el diablo”, pero que pasó a ser parte de la historia política de México como “el tlacuache”.

La anécdota por la cual se ganó su primer apodo fue la siguiente:

Al final de los años veinte, México estaba pasando por una época difícil y no era fácil conseguir un empleo. Por eso, ya con su título de abogado, aceptó ser juez menor en un poblado en la sierra de Puebla, a sabiendas de que tendría que viajar a lomo de mula, por lo que alguien le aconsejó que llevara ropa para montar y se la pusiera con mucha frecuencia, pues las personas de la región donde trabajaría respetaban y concedían autoridad a quienes suponían buenos jinetes, por lo cual un primo suyo le regaló una caja conteniendo en ella un traje de montar. Garizurieta viajó a Puebla y de allí a la sierra por caminos de herradura, montando en una mula que formaba parte de una caravana de acémilas cargadas de mercancías y unos pocos viajeros. Al anochecer llegaron a su destino y fue a hospedarse en una choza donde rogó a la dueña que le planchara el pantalón que llevaba puesto, ya que no tenía otro en su escaso equipaje y al día siguiente tenía que presentarse con el alcalde de esa población.A la mañana siguiente se dio cuenta con horror de que la señora le había quemado la prenda por la parte trasera y según pensó en ese momento, ya no tendría pantalón para presentarse al alcalde del villorio. Pero, acordándose del traje que le había obsequiado su pariente, abrió la caja y allí vio, asombrado, que era un traje de jockey rojo y una cachuchita del mismo color, que se tuvo que poner para entrevistarse con la primera autoridad, viéndose obligado a cruzar la placita del lugar para llegar a la Presidencia Municipal, seguido por varios muchachos quienes le gritaban que se parecía al diablo. Unos días después el nuevo juez menor era conocido como “El diablo”, ya que continuó usando esa indumentaria hasta que recibió el primer pago de su sueldo.Como era la época de la rebelión “cristera”, varios vecinos le pidieron al juez que brindara protección al señor cura, que tenía que trasladarse a Veracruz. Entonces don César salió acompañado del sacerdote en un carretón jalado por un caballo viejo y flaco. No bien se alejaron del poblado los tres seres vivientes, cuando apareció en el camino una columna militar, la cual puso nervioso al eclesiástico que abrazándose a Garizurieta le decía con angustia:
“¡Amigo diablo, amigo diablo! ¡Sálveme por vida de Dios!”.Al interceptarles la tropa, Garizurieta mostró al teniente su credencial de juez menor y le informó que su acompañante era su secretario. Durante muchos años después de aquella aventura, el licenciado Garizurieta, comentaba con sus amigos que en aquella memorable ocasión fue la primera vez en la historia del mundo, que un ministro del Señor recibiera ayuda del diablo.El apodo de “Tlacuache” se lo impuso el mismo ya que cuando buscaba votos para una diputación por Tuxpan, vino un amigo a decirle que su contrincante era un verdadero gallo y que ganarle sería muy difícil; entonces el propio Garizurieta, a quien se pretendía intimidar, respondió sin el menor asomo de preocupación: “Pues que se cuide mi rival que solo es gallo, porque yo soy un verdadero tlacuache”.

carrofonseca@hotmail.com




(NOTA: en una segunda parte recordaremos sus anécdotas como político y como escritor)






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